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  • Foto del escritorC.L.Bruna

MI CASA. EL PERCHERO


Por algún sitio había que empezar. Si leéis hasta el final entenderéis por qué el perchero es un buen comienzo.


Vivo con mi familia en una casa, construida a finales de los años 70 en el barrio del Pilar de Madrid, desde hace quince años. Cuando la compramos no hubo tiempo para reformas y yo, desde mi mente, decidí que nunca estaría a nuestro gusto.


Con los años, sus paredes han visto crecer a nuestros hijos, han sido testigos de risas, lloros, gritos, abrazos y sobre todo muchos goles encajados por lo alto en la pared de la entrada o por toda la escuadra de la puerta del salón. Hoy en día se siguen jugando amistosos y partidazos por un pasillo, por razones obvias, carente de mobiliario y sin cuadros.


Tuvo que acontecer una pandemia mundial para hacerme valorarla y, esta vez desde el corazón, redecorarla a nuestro gusto.


En los largos meses de confinamiento me sentí segura y agradecida en este lugar. Con un poco de imaginación, caminar por el pasillo hasta rodear la mesa del sofá para volver a retomarlo hasta la puerta de la calle se convirtió en un bonito paseo mañanero, hasta que el corto recorrido de ida y vuelta empezaba a marear un poco. Bastaba con dejarlo al notar el estómago revuelto. La ventana del dormitorio se convirtió en el mejor lugar para un aperitivo con vistas a un barrio sin ruido en el que solo se oía cantar a los pájaros. Cada uno tenía su espacio de trabajo y el mejor momento era el de las comidas, todos juntos en la cocina.


Si más arriba habéis leído la palabra redecorar, no esperéis en esta sección ningún tutorial de cómo hacerlo. Tengo muchas ideas pero muy poca maña. Lo que os voy a contar aquí es cómo mi casa me está ayudando a ver las cosas de otra manera, otra razón más para agradecer. Y ahí es donde el perchero va en cabeza, me ha dado una preciosa lección de vida.


Pero para contarlo bien debo retroceder un poco hasta aquel día en el que decidí dejar de ver fotos de baños, salones, dormitorios, hacer paletas de colores y apuntar miles de ideas y pasar a la acción.

Comencé por el Marie Kondo generalizado, y cuando conseguí llevar al punto limpio todas las bolsas generadas, hice mi primer pedido online de pintura para azulejos y suelos. Me atreví con uno de mis baños, por lo minúsculas de sus dimensiones. No quedó mal. Lo mejor, que rompí el hielo. Ah y también que, tras la mini reforma casera, sobró una estantería.




Y al fin llegó su momento, el del perchero. Un cambio en otro lado de la casa (dejemos algo para otros capítulos) le dio una oportunidad y claramente encontró su hueco. Se fue llenando de perchas y de prendas que habían sobrevivido a la refriega. Y fue atrayendo pequeños anexos (entre ellos una estantería de baño) a su alrededor que hicieron posible el milagro.






Sí, ahora tengo el vestidor con el que siempre he soñado y lo veo cada mañana al abrir el ojo. En el mismo espacio que antes no utilizaba para nada, pues había un banco en el que nunca me sentaba. El que ahora usamos todos los días en la entrada para quitarnos los zapatos.


¿Qué cuál es la lección de vida que me ha dado mi perchero? Que a veces los sueños se cumplen, pero no exactamente como habíamos imaginado. Cuando haga una reforma, cuando me cambie de casa, cuando tenga una habitación más en mi casa...tendré un vestidor-me decía. Sigo en la misma casa y tengo un precioso vestidor con tocador incluido.




La posibilidad siempre estuvo ahí, solo tenía que cambiar de actitud.

¡Sueña, imagina, crea!

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