En estos días de confinamiento la música ha sido, como siempre, mi salvación. Os aseguro que no me aburro nada y que han sido tantas las propuestas que no doy a basto. Entre ellas está una preciosa iniciativa del Maestro Pascual Osa titulada "Momentos musicales con Pascual" en la que cada semana nos proponía cuatro obras especiales para él, una cada día de la semana de lunes a jueves. Podéis seguir la playlist en Spotify. El domingo tenía lugar la votación en la que se elegía la obra finalista. Para mí el mejor momento fue el de "Stabat Mater" de Pergolesi, porque supuso un gran descubrimiento. Tras varias semanas de estupendos ratos de calma, el proyecto se despidió con una ganadora indiscutible el "Requiem de Mozart". Yo por supuesto voté por ella en la votación final, es una de mis obras favoritas. He tenido la suerte de interpretarla junto a La Orquesta y Coro Filarmonía en varias ocasiones. Os hablaré seguro de esta gran familia que me adopta todos los años para disfrutar juntos de obras maravillosas como esta. Comparto con vosotros algo que escribí tras uno de esos emocionantes Requiem de Mozart dirigido por el maestro Osa.
EL SILENCIO DEL MAESTRO
Cuantas veces nos han hablado de la importancia de los silencios en la música, en la vida...pero nadie hace los silencios como el maestro Pascual Osa. Los que hemos tenido la suerte de conocerle lo sabemos. Y poco a poco vamos aprendiendo de él. Ayer lo volvió a hacer. Antes del concierto, en la sala de ensayo, no solo nos dio las ultimas instrucciones, sobre todo consiguió que cada uno de nosotros, creyente o no, buscara su momento de oración.
Sonaron los primeros acordes y desde el principio estábamos todos con él. Y llegó mi momento de oración, el que yo había escogido sin saberlo. Y así, después del Confutatis, respiré hondo para cantar el primer Voca me, porque aunque no tengo una gran voz y suelo ser "prudente", como dice el maestro "Dios sí me dio esas notas". Y ocurrió algo increíble. Todas mis compañeras de alrededor guardaron silencio, un silencio tenso y emocionado, y sentí cómo me estaban escuchando. El segundo Voca me ya no me pilló por sorpresa, mi compañera de al lado me dio la mano y así lo disfrute como nunca, cantando a dúo con su SILENCIO.
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