Hoy hace más calor, por eso me he venido aquí, cerca del río. El aire está limpio y el verdor de los árboles me hace pensar que es primavera. No, todavía no sé qué día es hoy, ni cómo he llegado hasta aquí, pero estoy bien, me siento en calma. Esta noche he soñado con mi casa, estaba tal cual la dejé, incluso he visto los platos con restos de tomate en el fregadero, ¿se me olvidó humedecerlos?, me va a costar dejarlos limpios. No sé por qué pienso en ese tonto detalle ahora, quizá porque no suelo hacerlo, me molesta el olor a comida fuera de las horas de comer, no sé si me entiendes…
¿Con quién hablo? Justo antes de llegar aquí alguien me escuchaba, ahora, en cambio, estoy sola. Igual me estoy volviendo loca…Bendita locura. Se ha levantado una leve brisa fresquita, así que voy a dar un paseo. El sendero se acaba siempre cuando llego a ese árbol, ¡es precioso!, vuelvo sobre mis pasos. Para cambiar de ruta debo cruzar al otro lado del río, pero ya sabes que eso me cierto miedito…otra vez hablando sola. Hace unos días me pareció ver algo moverse muy deprisa ahí enfrente, será algún jabalí…no sé, los zorros son más pequeños.
El atardecer aquí es impresionante, voy a tomar asiento para contemplarlo. Hay tres, no espera, cuatro bancos, pero a mí me gusta este, para que voy a cambiar. El sol se va, voy a tumbarme, me duermo.
Siempre escucho la misma música, no me hagas pronunciarlo, no soy capaz, “Gnossienne”, el número 1, eso seguro, de Erik Satie. Me relaja. Si me concentro en ella dejo de oír los gritos de esta duermevela, que a veces dura un instante, pero otras se alargan y se alarga. Sí, en sueños alguien me grita, cada vez más alto y yo, claro, como estoy soñando, no consigo contestar, ¿no te pasa? …cuando sueñas, digo. Quieres decir algo, pero no te sale la voz. Por fin amanece. No me gusta soñar. Sigo sin recordar, pero no me importa. Todo el día por delante para disfrutar de este lugar. Hoy voy a armarme de valor, voy a cruzar.
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Llega la noche y vuelvo a soñar con mi casa. Hay mucha gente a mi alrededor, pero no consigo ver sus caras. Oigo a lo lejos sus voces. Charlando, están de sobremesa. Yo recojo los platos y cuando los voy a fregar alguien me propone algo y yo accedo. Me tumbo. Otra vez esos gritos. “Gnossienne”, el número 1, concéntrate. Por fin amanece. No me gusta soñar. Desde que decidí cruzar, mis paseos son mucho más largos. Oigo el murmullo del agua, me siento a descansar. ¡Qué paz!
No sé cómo he llegado hasta aquí, pero me voy a quedar. Sigo soñando con mi casa, pero los gritos ya pararon. Solo tenía que escucharlos:
Un dos tres…¡¡¡¡¡vuelve!!!!!
Solo tenía que escucharlos y no hacerles caso.
Carmen L. Bruna
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