Me encantan estas palabras, más bien lo que se significan cuando van unidas. Un Maestro Repetidor no sólo domina el instrumento que toca, además conoce la obra que "repite" a la perfección: es capaz de reproducir la melodía de cada instrumento y de cada voz para que los cantantes puedan ensayar sin necesidad de que la orquesta esté presente. Su figura, siempre en la sombra y alejada de los aplausos, es imprescindible en la preparación de cualquier ópera u obra escrita para coro y orquesta. En su cabeza suenan desde la primera hasta la última nota de todas las cuerdas de voz y de los solistas y son capaces de detectar cualquier fallo de afinación, fraseo e incluso dicción de los cantantes.
Yo tengo la suerte de conocer al mejor. No sólo por su excelencia profesional, sobre todo por su calidad humana y por poner el corazón en todo lo que hace. El Maestro Borja Mariño es además un magnífico pianista y musicólogo y puedo decir con orgullo que es mi amigo.
Nos conocimos hace ya casi 10 años preparando "El Mesias" de Händel, gracias a un precioso proyecto que La Fundación "Obra Social La Caixa" pone en marcha cada Navidad. Creedme cuando os digo que no hay otro igual, no solo por sus conocimientos y su dominio de la profesión, sobre todo por cómo disfruta con todo lo que hace. Mi hermana y yo le admiramos desde el primer día y es ya para nosotras como de la familia.
Para acabar os dejo unas palabras que escribí tras una actuación suya, esta sí con aplausos, como pianista y director musical de la "Opera Garage" La Bohème. Espero que cuando todo esto pase pueda retomar este precioso proyecto.
Llevaba toda la semana buscándola, demasiado ruido para escucharla, demasiado ruido para encontrarla... Y es que todo había transcurrido entre emociones y decepciones, prisas y más prisas con un regustillo amargo al sentir amenazado aquello que más quieres. Pero todo pasa y todo llega y por fin llegó el viernes. Emocionada y bien acompañada me dispongo a asistir a mi primera "Ópera en un Garage". Expectante busco mi sitio y me alegro al comprobar que está justo detrás del piano, un piano iluminado por un único foco naranja. Y comienza la función y los bohemios salen a darlo todo desde el principio. Divertidos y brillantes en el primer acto, nos sorprenden con sus voces y su puesta en escena, tan diferente. Tras un descanso con sorpresa se reanuda el espectáculo con una nueva diva en escena. Y para el IV acto ya tienen el corazón del público en el bolsillo...y llega la última escena. Mi baja estatura no me permite verla pero aprovecho mi desventaja, cierro los ojos y me concentro en escucharla. Los aplausos rompen mi momento y emocionada me uno a ellos, deseando que se acaben pronto para ir a achuchar al Maestro. Y allí está, tan cercano como siempre, con ese brillo en los ojos del que le apasiona lo que hace. Cariñoso y con esa humildad real que le caracteriza nos da las gracias por haber ido. Yo me quedo a su lado embobada escuchando los halagos de la gente que viene a felicitarle y, cómo si de mi familia se tratase, asiento orgullosa diciendo " es que es el mejor". Me dice: que guapa y apropiada has venido, muy de opera en garaje...y me pregunta: lloraste? Yo asiento y el dice: es lo que tiene La Boheme. Pero lo que el Maestro no sabe es que mis lágrimas no solo las provocaron los bohemios. Lo que el Maestro no sabe es que gracias a él y a sus últimos acordes, iluminados por un único foco naranja, yo por fin conseguí encontrarla. Y es que justo ahí estaba mi ALMA. Graciasssss
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