El maestro Borja Mariño quería participar en el proyecto musical de su hermana. Más que eso, sentía la necesidad de crear un universo sonoro donde ella tuviera todo el control. La tecnología les proporcionó el modo de conseguir esa atmósfera que ambos buscaban, con un solo violonchelo. Con un sistema de pedales loop, que permiten grabar y reproducir en tiempo real, ella fue creando diferentes capas y texturas, hasta lograr un sonido casi orquestal.
Tarde de Choiva cuenta una bonita historia, que con el permiso del compositor, me he atrevido a relatar:
Le gustaba la lluvia. De niña la contemplaba pegando su naricita en la ventana, intentando adivinar cuál de las gotas llegaría antes al alfeizar. Aquella tarde golpeaban con fuerza. Tomó su pulso con las cuerdas y entonces comenzó el baile. Ellas la hicieron salir con su cello, la inspiraron a tocar en callejones y plazas, hasta que juntas llegaron a los prados para devolver a la naturaleza esa melodía compuesta por arpegios y agua. De vuelta a casa la danza continuó. Margarida dentro, ellas fuera y poco a poco los sonidos se volvieron más cálidos, más íntimos. Con olor a leña y sabor a café siguieron disfrutando de su acompasada armonía preparando el ambiente para su llegada...
Este maravilloso proyecto de mis hermanos del alma se disfruta con todos los sentidos: sus cuidados sonidos, el tacto de las cuerdas, el color de los prados, la humedad de las gotas, el aroma a café recién hecho. Y la historia tiene un final abierto, pues, ¿Quién crees tú que vino a su encuentro?
¡Disfrútala!
Tarde de Choiva (pincha para acceder al enlace)
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